Declaración de artista
Statement
Mi trabajo toma objetos y motivos abordados por campos que estudian la actividad humana a través de la producción material y cultural, principalmente arqueología y antropología de América, para abordar diferentes nociones relacionadas con cosmo-visiones, el ritual, los mitos, la artesanía y los objetos y personajes que los ocupan. Estas aproximaciones se asumen principalmente de una manera muy amateur, como un investigador, un arqueólogo o un forense, que de una manera hace de objetos una forma de testigos (cosas, imágenes, lugares, sonidos). Pensando en el arqueólogo o forense como agente encamina objetos a través de varios procesos físicos y en mi caso también simbólicos, para contarnos una historia completa. Disfruto la idea de las cosas que están hechas para hablar, para hablarles; qué significado pueden transmitir estos objetos y fenómenos inmateriales en nuestro presente en vez de abundar más lo que se supone que hicieron en nuestro pasado. La figura aquí del amateur es la del profesional no-académico y autodidacta, que además de conectar conceptos coherentes entre sí, tal como un ebanista emplea juntas y machihembrados de ideas que pueden no parecer tan viables al primera vista. Ebanistería ideológica e intuitiva.
Esta afinidad con la cultura material vista a través de la arqueología proviene de las similitudes me parece que tiene con el concepto fragmentado de la cultura y historia caribeña. Las Américas, pero más precisamente el Caribe, son una mezcolanza de fragmentos antiguos y tradiciones casi olvidadas bajo la violenta presión del colonialismo, cuyos sujetos tuvieron que imaginar nuevas formas de producción material y cultural para sobrevivir a las duras condiciones que los congregaron allí. Conceptos propuestos por pensadores como Germán Arciniegas, Antonio Benítez Rojo, Kamau Brathwaite o Édouard Glissant, reconocieron y articularon un potencial en lugar de una perdida, de aquel mar dónde comenzaron a manifestar estas Relaciones. Al igual que un jarrón antropomórfico que se encuentra roto e incompleto, un arqueólogo debe tratar de organizar todas las piezas encontradas, rellenar los vacíos, deducir o imaginar posibles funciones e intenciones. Una gran parte de mi práctica consiste en organizar varios tipos de fragmentos, ya sean físicos o inmateriales, conceptos o intuiciones, eternos o efímeros, escultura o dibujo, arquitectura o danza, para examinar temas en torno a tradiciones y formas revisadas del folclore; y de maneras sutiles y sugestivas que se oponen a los traumas del colonialismo. Una arqueología no para quienes están muertos, sino para quienes siguen vivos.
En mi trabajo existe fijación constante con los medios de escultura y dibujo. La escultura podía funcionar como un dibujo y el dibujo da tanta masa como el trabajo tridimensional; en muchas obras este fue un tema claro. Hasta el momento, aunque mi práctica se ocupa de temas más precisos, estos dos medios han permanecido como los más destacados, usando la escultura y los dibujos como parámetros de cómo elaboro mis obras. Pensando en la escultura y el dibujo como imagen en movimiento, como fotografías, como grabados, como pinturas, etc. Percibo a la escultura como un objeto presente que existe al verlo o experimentarlo, pero también como un momento que puede ser capturado de alguna manera como una fotografía o por un espectador que da testimonio de la suceso escultórico. Sin embargo, desde finales de 2016 me he sentido más atraído por los campos inmateriales de la arqueología y la antropología, principalmente el sonido y la danza. Estos dos tienen lazos largos en las tradiciones orales latinoamericanas y transmiten conocimientos orales que difieren ampliamente de las tradiciones occidentales escritas. Desde entonces, he colaborado con músicos y coreógrafos para encontrar, dentro de mi práctica escultórica, posibilidades de combinarlo con estos medios performativos y vaporosos. ¿Cómo puede el sonido ser escultura? ¿arquitectura un baile? ¿coreografía decolonial? En estos nuevos proyectos, he comenzado a asumir un papel más de conductor o director de orquesta.
Esta afinidad con la cultura material vista a través de la arqueología proviene de las similitudes me parece que tiene con el concepto fragmentado de la cultura y historia caribeña. Las Américas, pero más precisamente el Caribe, son una mezcolanza de fragmentos antiguos y tradiciones casi olvidadas bajo la violenta presión del colonialismo, cuyos sujetos tuvieron que imaginar nuevas formas de producción material y cultural para sobrevivir a las duras condiciones que los congregaron allí. Conceptos propuestos por pensadores como Germán Arciniegas, Antonio Benítez Rojo, Kamau Brathwaite o Édouard Glissant, reconocieron y articularon un potencial en lugar de una perdida, de aquel mar dónde comenzaron a manifestar estas Relaciones. Al igual que un jarrón antropomórfico que se encuentra roto e incompleto, un arqueólogo debe tratar de organizar todas las piezas encontradas, rellenar los vacíos, deducir o imaginar posibles funciones e intenciones. Una gran parte de mi práctica consiste en organizar varios tipos de fragmentos, ya sean físicos o inmateriales, conceptos o intuiciones, eternos o efímeros, escultura o dibujo, arquitectura o danza, para examinar temas en torno a tradiciones y formas revisadas del folclore; y de maneras sutiles y sugestivas que se oponen a los traumas del colonialismo. Una arqueología no para quienes están muertos, sino para quienes siguen vivos.
En mi trabajo existe fijación constante con los medios de escultura y dibujo. La escultura podía funcionar como un dibujo y el dibujo da tanta masa como el trabajo tridimensional; en muchas obras este fue un tema claro. Hasta el momento, aunque mi práctica se ocupa de temas más precisos, estos dos medios han permanecido como los más destacados, usando la escultura y los dibujos como parámetros de cómo elaboro mis obras. Pensando en la escultura y el dibujo como imagen en movimiento, como fotografías, como grabados, como pinturas, etc. Percibo a la escultura como un objeto presente que existe al verlo o experimentarlo, pero también como un momento que puede ser capturado de alguna manera como una fotografía o por un espectador que da testimonio de la suceso escultórico. Sin embargo, desde finales de 2016 me he sentido más atraído por los campos inmateriales de la arqueología y la antropología, principalmente el sonido y la danza. Estos dos tienen lazos largos en las tradiciones orales latinoamericanas y transmiten conocimientos orales que difieren ampliamente de las tradiciones occidentales escritas. Desde entonces, he colaborado con músicos y coreógrafos para encontrar, dentro de mi práctica escultórica, posibilidades de combinarlo con estos medios performativos y vaporosos. ¿Cómo puede el sonido ser escultura? ¿arquitectura un baile? ¿coreografía decolonial? En estos nuevos proyectos, he comenzado a asumir un papel más de conductor o director de orquesta.
For a few years my work has taken objects and motifs addressed by fields that study human activity through material and cultural production, mainly archeology and anthropology from the Americas, to approach different notions pertaining world views, the ritual, myths, craft and the objects and characters that populate them. These approximations are mostly assumed in a very amateurish way, as a researcher, an archeologist or a forensics, who in some sense makes witnesses out of objects (things, images, places, sounds). Thinking of archeologist or forensics as agent who put objects through several processes, physical and in my case symbolical, to tell us a full story. Here I enjoy the idea of things that are made to speak, to be spoken to; what meaning can these objects and phenomenons convey in our present rather than what is assumed they did in our past. The figure here of the amateur is that of the self taught non-academic practitioner, who in addition to connecting concepts that are coherent to one another, employs a type of woodcraft joinery to tie ideas that may not seem as feasible at first glans. Ideological and intuitive joinery.
This affinity with the material culture seen through archeology comes from the similarities it has with the fragmented concept of Caribbean culture. The Americas, but more precisely the Caribbean, are a combination of fractures pasts and barely lost traditions under the violent pressure of colonialism, who’s characters had to imagine new forms of material and cultural production to survive the harsh conditions that brought them there. Concepts proposed by thinkers such as Germán Arciniegas, Antonio Benítez Rojo, Kamau Brathwaite or Édouard Glissant, saw potential rather than lament in the ajar sea these relations were occurring. Just like an anthropomorphic vase that is found shatter and incomplete, an archeologist must try to arrange all the found pieces, fill the missing voids, deduce or imagine possible functions and intentions. A great part of my work entails arranging various sort of fragments, whether their physical or immaterial, concepts or intuitions, eternal or ephemeral, sculpture or drawing, architecture or dance, to examine themes around traditions and revised forms of folklore; and in subtle and suggestive ways oppose traumas from colonialism. Not an archeology for those who are dead but to those who are living.
Although my practice has changed in the last 7 years since I finished undergraduate school, there has been a constant fixation with the mediums of sculpture and drawing. In most of my college works and early career practice they were a mirror reflection in themselves. Sculpture could operate as a drawing and drawing gave as much mass as three-dimensional work did; in many works this was a clear subject. Still, in my practice as it has concern itself with more precise subjects, these two mediums have remain as the prominent ones, posing sculpture and drawings as parameters in the way I make things. Thinking of sculpture and drawing as moving image, as photographs, as prints, as paintings, and so on. Sculpture I perceive it as present object that exists as you view it, or experience it, but also as a moment that can be capture in some manner like a photograph or by a viewer who bares witness to the sculptural circumstance. Yet since late 2016 I have become more drawn towards the immaterial fields of archeology and anthropology, principally sound and dance. These two have long ties in Latin American oral traditions and passed down oral knowledge that widely differs from the written Western traditions. Since then I have collaborated with musicians, choreographers to find within my sculptural practice, possibilities to pair it with these performative and evanescent mediums. How can sound be sculpture? architecture a dance? choreography anti-colonial? In these approaches I have begun to take more a role of a director or conductor.
This affinity with the material culture seen through archeology comes from the similarities it has with the fragmented concept of Caribbean culture. The Americas, but more precisely the Caribbean, are a combination of fractures pasts and barely lost traditions under the violent pressure of colonialism, who’s characters had to imagine new forms of material and cultural production to survive the harsh conditions that brought them there. Concepts proposed by thinkers such as Germán Arciniegas, Antonio Benítez Rojo, Kamau Brathwaite or Édouard Glissant, saw potential rather than lament in the ajar sea these relations were occurring. Just like an anthropomorphic vase that is found shatter and incomplete, an archeologist must try to arrange all the found pieces, fill the missing voids, deduce or imagine possible functions and intentions. A great part of my work entails arranging various sort of fragments, whether their physical or immaterial, concepts or intuitions, eternal or ephemeral, sculpture or drawing, architecture or dance, to examine themes around traditions and revised forms of folklore; and in subtle and suggestive ways oppose traumas from colonialism. Not an archeology for those who are dead but to those who are living.
Although my practice has changed in the last 7 years since I finished undergraduate school, there has been a constant fixation with the mediums of sculpture and drawing. In most of my college works and early career practice they were a mirror reflection in themselves. Sculpture could operate as a drawing and drawing gave as much mass as three-dimensional work did; in many works this was a clear subject. Still, in my practice as it has concern itself with more precise subjects, these two mediums have remain as the prominent ones, posing sculpture and drawings as parameters in the way I make things. Thinking of sculpture and drawing as moving image, as photographs, as prints, as paintings, and so on. Sculpture I perceive it as present object that exists as you view it, or experience it, but also as a moment that can be capture in some manner like a photograph or by a viewer who bares witness to the sculptural circumstance. Yet since late 2016 I have become more drawn towards the immaterial fields of archeology and anthropology, principally sound and dance. These two have long ties in Latin American oral traditions and passed down oral knowledge that widely differs from the written Western traditions. Since then I have collaborated with musicians, choreographers to find within my sculptural practice, possibilities to pair it with these performative and evanescent mediums. How can sound be sculpture? architecture a dance? choreography anti-colonial? In these approaches I have begun to take more a role of a director or conductor.